lunes, julio 13, 2009

un té y otras nimiedades

“Lo peor que me pasó en la vida, fue comer dulce de membrillo” dijo Magalí, que tiene 6 años.

Esperemos que a los 60 siga siendo el dulce de membrillo lo peor que le pasó a Magalí, aunque sospecho que cuando lo cruce con queso, no va a tener tan mala opinión de él.

A mí no me gustaba nada el dulce de batata. Sigue sin gustarme. Pero por aquellos años ya me pasaban cosas peores.

De todas formas, no iba a hablar de desgracias, sino de menudencias.

Un simple yuyo, la marcela. Tan simple! Conocida también como vira-vira, la Achyrocline satureioids se llama marcela porque crece en marzo. Así de fácil.

Mientras el agua se teñía de amarillo en la taza el vapor se metía por la nariz y se hacía recuerdos.

Mi casa tenía dos plantas, en la de arriba, vivían mis abuelos. Un tiempo yo dormí en un cuarto allí y compartía mucho tiempo con ellos.

Los rituales comenzaban temprano: a la hora de la comedia de la noche, en general brasilera como la Reina de la Chatarra, se prendía la estufa a querosén para calentar el ambiente y de paso algo para picar. La estufa tenía arriba como una chapa donde ponía desde refuercitos de jamón y queso hasta rosquitas de chicharrones caseras para que quedaran calentitos para el mate.

A veces también mirábamos el crucero del amor o reportera del crímen, dependía del día. Después de la picadita, mi abuela ya ponía la caldera en la estufa para luego llenar la bolsa de agua caliente.

Terminaba lo que había que ver en la tele y mi abuela iba a la cocina. Prendía la cocina y ponía agua para el té. Todas las noches hacía dos vasitos de té de marcela: uno para cada uno. Mientras, yo me sentaba en una silla cerca de la mesada y hablaba. Hablaba mucho. Mujer paciente y sabia, nunca me dijo: no digas pavadas. Y eso que era mi especialidad. Se tomaba en serio mis comentarios de gurisita.

Luego, a acostarse. Los cuartos eran como en las casas de antes, comunicados con puertas. Mi abuela la dejaba entornada por las dudas.

En ambos cuartos la luz para iluminar el rato de lectura nocturna y luego la despedida.

Quien apagaba la luz primero decía:
-buenas noches!
El otro lado contestaba:
-que descanses! o que descansen!
-Igualmente
-Gracias!

Siempre el mismo diálogo, por años. Hoy lo recordé, sólo por el aroma de la marcela. Y lo escribo porque no lo quiero olvidar. No tomo marcela tan seguido.

Escribiendo esto también recordé que los días muy fríos y cuando mis abuelos estaban más viejitos, mirábamos tele pero ellos en su cama y yo encaramada en la misma sillita de cardo con almohadón que mi abuela me preparaba.

Vienen más recuerdos… voy a atenderlos.

Buenas noches…

9 comentarios:

Mariluz GH dijo...

No me gusta el dulce de membrillo, me deja la lengua como si hubiese lijado un mueble completo de madera vieja...
y de mis abuelos sólo conocí -y pequeña- al marino que debo mi combre, D. Francisco, que nos correteaba por toda la casa con la dentadura en la mano queriendo mordernos jajajaja

qué buena infancia con los suyos
gracias por mostrarlos :-)))

Buenas...

Zeta dijo...

Ahhhhhh, esos refuercitos de jamón y queso me mataron. Me los imagino con unos pancitos chiquitos, y medio tostados en la parte que está contra la chapa.

No sé por qué cada vez que leo a alguien contando recuerdos de su infancia, me parece un tiempo lejano, como de libro viejo.

Y después, cuando llega la parte de los programas de televisión, caigo en la cuenta que fue más o menos el mismo tiempo de mi infancia (o, como en este caso, un tiempo posterior). ¿Qué cosa no?

Circe dijo...

mariluz, cada vez que coma dulce de membrillo me voy a acordar de ud. Igual, no lo critique mucho que aquí, nuestro estimado Zeta, es ferviente amante de la pastra frola. Delicatessen realizada con dicho dulce.

Zeta, amigo, ve que me estoy animando de a poco a escribir, no?

EL olor a libro viejo es uno de los olores de mi infancia... cada tanto abro uno de los viejos robin hood para revivir esa magia.

Por otra parte, estaba releyendo vijos post y comentarios y encontré esto:

"Capaz vuelvo a decir algo más.
(es truculento decirlo, pero es un buen epitafio; ¿se pueden escribir en primera persona, o denuncia desconfianza?)"

me hizo reir mucho, me encantó como epitafio. yo recordaba el mío: "al fin se decidió por algo"

igual, espero esté bien y a ver cuando actualiza el suyo, eh?

Por último, le doy la bienvenida a mi hermano que descubrió mi blog (nunca le había contado) y ahora él tiene uno. LE doy la bienvenida sobre todo porque dice que le gusta como escribo, lo cual agradezco de corazón.

*** dijo...

Es muy bonito, ciertamente, un recuerdo para abrigarse, con este frío.
Me voy a tomar un té.

Javier Couto dijo...

Bueno...

Pancho dijo...

El té de la noche es mundialista :)

En casa también los cuartos se comunicaban con puertas, y también el que apagaba la luz primero daba la buenas noches al resto.

Muy buena entrada. Que descanse.

Circe dijo...

jntkdvr, gracias. recuerdos de aquel tiempo feliz en que éramos tan desgraciados, como diría Alejandro Dumas. Cómo estuvo ese té?

jahey, oiga, me abruma.

Pancho, comparto lo del té de la noche. prefiero el cedrón, en realidad.

Lo de las puertas, es todo un caso.. le cuarto de mi hermano tenía 4 paredes y tres puertas! lo bueno es que en medio de las batallas, era fácil de entrar a por venganza... gracias por pasar. que descanse ud. también.

Javier Couto dijo...

a veces, Circe, según la humedad

me hiciste acordar al living de la casa de mis viejos, que tenía una salamandra .. y las noches de tele tb.

circe dijo...

ustedes que miraban?