Este principio de melómana me lo contagió Jahey. Siempre dando gracias, claro, porque ir por ahí con la música en los oídos es una maravilla. Más cuando los kilómetros se suman en el día a día.
Hoy, al disfrute de la música se sumó un hecho fortuito (¿fortuito?) que vino a realzar el milagro de ponerle una banda sonora a lo cotidiano de un viaje cualquiera.
Las 19:15, sentada del lado derecho del bus, prendo el mp4 preparándome para el viaje. Pinta Balada para un Loco y cierro los ojos mientras recito con Amelita este tango (sí, tango) que es el que más me gustaría saber cantar.
Y por lo que sea (casualidad o sincronicidad) abro los ojos cuando dice: “no ves que va la luna rodando por callao” y veo, precisamente, la luna, a centímetros del horizonte, rozando los techos de la ciudad, con esa mella que le hace el menguante pero de un maravilloso tono rojizo.
(Mientras seguía sonando la balada, se superponía Viglietti cantándole a Jacinto Vera y a esa misma luna que corría, blanca, entre las casas de chapa y madera, a esa voz se le suma la de García Lorca cantándole a su moneda de plata que resucita en primavera, a su luna en la fragua (y su polizón de nardos) a su luna alta que se refleja en el agua y claro, luna, agua, Cortázar, su voz y vos temblando)
Eso fue hoy. Pero algunos días atrás me pasó algo similar, pero con canciones de la Pequeña Orquesta Reincidentes (de nuevo, gracias Rodia)
Nuevamente en viaje, mientras trataba de entrarle a Fausto, llego a este fragmento:
“Y tú, vacía calavera, ¿por qué me miras riendo con sorna, cual si me dijeras que tu cerebro, desconcertado en otro tiempo como el mío, buscó la serena luz del día, y sediento de verdad, erró lastimosamente en el triste crepúsculo?
Releo ese fragmento y nuevamente, por el azar que -yo tampoco- busco comprender, presto atención a lo que está sonando y era el tema “Desvelo" y puntualmente esta estrofa:
“Busco luz en el hueco del alma
cuando el día se va
enredando en sus rayos la ilusión.”
Maravilloso. Sobre todo porque las dos estrofas anteriores venían diciendo:
Por ver lo que no se ve
la huella en la oscuridad
azul como las hojas del invierno feroz
me pierdo entre las horas y los días sin vos
jazmín del viento al vendaval.
Vacío de pensar y pensar
la noche hace nido en mí
así me escapo siempre por el mismo lugar
así cuento los pasos que doy sin tropezar
rincón por donde andar y andar.
Maravilloso, vuelvo a pensar (y pensar) y fue un regalo para el resto del día.
Y la yapa. La yapa, en realidad, fue el primero de estos toques mágicos entre la música y lo cotidiano.
Sucedió nuevamente en el bus, viajaba del lado del pasillo escuchando (sí, otra vez) la Pequeña Orquesta Reincidentes. En este caso sonaba “turba”: Pues que cuando llega el verso “Disparaba al viento: arena” pequeñas y sutiles partículas caen en mi rostro desde lo alto y claro, lo primero que pensé fue: arena!
Pero no, no era arena, era yerba!!!! je, el muchacho del asiento vecino llevaba yerba en la mochila que estaba en el portaequipaje justo justo sobre mi. Luego de sacudirme las pecas verdes (que se sumaron un instante a las otras) acomodé la mochila y seguí el viaje.
Estoy esperando el próximo episodio de estos extraños sucesos, por las dudas borré del mp4 “el ómnibus” de Leo Maslíah, no sea cosa que…
En fin, les dejo a Amelita... quereme así... piantaoo.. piantaaaoooo piantaoooo... (qué bueno que puedo cantar al menos en el blog)
Hoy, al disfrute de la música se sumó un hecho fortuito (¿fortuito?) que vino a realzar el milagro de ponerle una banda sonora a lo cotidiano de un viaje cualquiera.
Las 19:15, sentada del lado derecho del bus, prendo el mp4 preparándome para el viaje. Pinta Balada para un Loco y cierro los ojos mientras recito con Amelita este tango (sí, tango) que es el que más me gustaría saber cantar.
Y por lo que sea (casualidad o sincronicidad) abro los ojos cuando dice: “no ves que va la luna rodando por callao” y veo, precisamente, la luna, a centímetros del horizonte, rozando los techos de la ciudad, con esa mella que le hace el menguante pero de un maravilloso tono rojizo.
(Mientras seguía sonando la balada, se superponía Viglietti cantándole a Jacinto Vera y a esa misma luna que corría, blanca, entre las casas de chapa y madera, a esa voz se le suma la de García Lorca cantándole a su moneda de plata que resucita en primavera, a su luna en la fragua (y su polizón de nardos) a su luna alta que se refleja en el agua y claro, luna, agua, Cortázar, su voz y vos temblando)
Eso fue hoy. Pero algunos días atrás me pasó algo similar, pero con canciones de la Pequeña Orquesta Reincidentes (de nuevo, gracias Rodia)
Nuevamente en viaje, mientras trataba de entrarle a Fausto, llego a este fragmento:
“Y tú, vacía calavera, ¿por qué me miras riendo con sorna, cual si me dijeras que tu cerebro, desconcertado en otro tiempo como el mío, buscó la serena luz del día, y sediento de verdad, erró lastimosamente en el triste crepúsculo?
Releo ese fragmento y nuevamente, por el azar que -yo tampoco- busco comprender, presto atención a lo que está sonando y era el tema “Desvelo" y puntualmente esta estrofa:
“Busco luz en el hueco del alma
cuando el día se va
enredando en sus rayos la ilusión.”
Maravilloso. Sobre todo porque las dos estrofas anteriores venían diciendo:
Por ver lo que no se ve
la huella en la oscuridad
azul como las hojas del invierno feroz
me pierdo entre las horas y los días sin vos
jazmín del viento al vendaval.
Vacío de pensar y pensar
la noche hace nido en mí
así me escapo siempre por el mismo lugar
así cuento los pasos que doy sin tropezar
rincón por donde andar y andar.
Maravilloso, vuelvo a pensar (y pensar) y fue un regalo para el resto del día.
Y la yapa. La yapa, en realidad, fue el primero de estos toques mágicos entre la música y lo cotidiano.
Sucedió nuevamente en el bus, viajaba del lado del pasillo escuchando (sí, otra vez) la Pequeña Orquesta Reincidentes. En este caso sonaba “turba”: Pues que cuando llega el verso “Disparaba al viento: arena” pequeñas y sutiles partículas caen en mi rostro desde lo alto y claro, lo primero que pensé fue: arena!
Pero no, no era arena, era yerba!!!! je, el muchacho del asiento vecino llevaba yerba en la mochila que estaba en el portaequipaje justo justo sobre mi. Luego de sacudirme las pecas verdes (que se sumaron un instante a las otras) acomodé la mochila y seguí el viaje.
Estoy esperando el próximo episodio de estos extraños sucesos, por las dudas borré del mp4 “el ómnibus” de Leo Maslíah, no sea cosa que…
En fin, les dejo a Amelita... quereme así... piantaoo.. piantaaaoooo piantaoooo... (qué bueno que puedo cantar al menos en el blog)