viernes, marzo 28, 2008

espejito, espejito...

Ayer me encontré otra casi cana. es decir, un largo cabello pelirrojo que poco tiene que hacer entre tanto pelo negro, pero ahí está, como cromático testigo del paso del tiempo.

También ayer, pero más tarde, hablaba de espejos y de espejos de los hoteles (no sean guarangos) que nos reflejan -en mi opinión- diferentes. Acaso ya cansados de tantas caras y cuerpos, se muestran negligentes con su tarea y nos devuelven una imagen distorsionada.

Esto lo escribí hace un año y medio atrás y anoche lo recordé...



El verdadero castigo de nuestra raza es envejecer.

¿Como se soporta el levantarse todos los días para enfrentar el recuerdo de las malas decisiones que ya están formando fila para darte (cada una) una soberana cachetada?

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Me están saliendo algunas canas. Calculo que tener el pelo tan negro tiene sus ventajas: para llegar a blanco, primero tiene que pasar al pelirrojo, que es lo que está sucediendo en estos momentos...

Yo me las arranco, total... Pero no falta el que te dice: “no!!! Si te sacás una cana te salen dos.”
Todavía no sé como opera esto: si es que cual hidra, en el lugar donde fue cortada una salen dos nuevas o es que aparte de ese pelo -que volverá a crecer como cana- otra, la más cercana, supongo, comenzará a emblanquecer... todavía tengo mis dudas al respecto.

Pero lo mismo me lleva a preguntarme: ¿Acaso las canas son producto de una maldición para que se ensañen de esa manera? ¿Qué hace que un pelo se comporte de forma tan peculiar?

¡Andá a saber! Yo en eso no creo mucho.

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¿Qué ha llevado a que nuestras generaciones vituperen lo que otrora se respetaba? Aquello de respetar las canas ya no corre, parece. El otro día, a raíz de esta nueva etapa, comenté que me gustaría “dejarme” las canas. ¡Horror! Una mujer me dice: ¡Teñite! sino, vas a parecer de más edad. ¿Cómo? En todo caso, Si me las tiño, voy a parecer de menos edad. Las canas aparecer con la edad... no al contrario.

(Ah, también aparecen por stress... no creo que sea el caso.)

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He notado que hay espejos amigables y otros más hostiles. En general el de casa, el de nuestro baño, el que nos conoce en los peores estados... es propenso a ser benigno y generoso con nuestros marchitos rostros y vapuleadas anatomías... en cambio los espejos ajenos, sobre todos los de uso público son agresivamente crueles con quien se les pone en frente... ¿Será el hastío de reflejar a tantos?

Por otra parte, anoche me encontré con el espejo del hotel... y ¡oh, sorpresa! No me miraba yo, sino que el reflejo me observaba a mi. Evidentemente no me conocía... pero se portó bastante bien... Aunque debo admitir que se quedó preocupado... esa mirada antes de apagar la luz... Pensé en volver... pero no... no... las mujeres que le preguntan a los espejos no tienen la mejor de las famas.