jueves, enero 06, 2011

Viva la Monarquía!!!!!


Acá estoy, esperando a los Reyes.

No, no les pedí nada, tampoco es un ajuste de cuentas. Hasta el año pasado se portaron re bien. Este año sólo les quería agradecer y los espero con un medio y medio fresquito, porque deben estar cansados de tanta agua y pasto para los camellos y ellos que revienten.

Así que acá los espero, como no tienen que dejar regalos, se pueden tomar una copa antes de seguir y así les agradezco el regalo más maravilloso de los que me acuerdo. Bueno, en realidad dos. Uno fue la tradicional bebota. Sí, porque era una nena y tenía (bah, tiene, porque todavía anda por ahí) pelo! Diferente a todas las demás, así era Carolina. Bautizada en honor de mi prima más chiquita. Y bueno, siempre durmió conmigo porque no había otro lugar. Después le acomodé cunas en cajones o cajas improvisadas hasta que los reyes me dejaron un Moisés!

No, no ESE Moisés, no el de la vara y el mar en dos, sino la canasta… pero en este caso sin calafatear (no tenía intenciones de tirar a Carolina ni al Nilo ni al Rio de la Plata) y decorado con una guarda con una tela rosa con pintitas blancas con un volado y una cinta de raso. También tenía un colchón y almohadita, las sábanas blancas con detalles en rosa y un primoroso tul para protegerla de los mosquitos.

Recuerdo esa madrugada, me levanté un par de veces bien sigilosamente y tanteaba el regalo tan grande pero no podía adivinar qué era! Estaba oscuro y no me animaba a prender la luz… una casita? Qué era?? Qué sea de día ya!!!!! Y volvía a mi cama.

Claro, después me dormí... pero apenas había salido el sol y desperté a la casa con un grito… (que no era nada raro, era bastante gritona de chica…. Y de grande…bué, es otro tema) y aparece mi madre sonriente. Que si me gustó???? Pero, lo más maravilloso del mundo! Porque ni se me había ocurrido pedírselo.

Pero ese no era el secreto de la maravilla del regalo. Les cuento el backstage.

El día anterior me mandaron a Melilla a jugar a lo de mis primos todo el día. Ahí aprovecharon mi madre y mi abuela para armar el moisés. Las dos cosieron cada detalle y el más lindo, el tul era el de la boda de mi madre.

Decí que yo era terrible descuidada y destrozona de chica y de eso ya no queda nada. Cómo lo lamento. Pero me sigue emocionando como aquel día, quizás más, seguro que más porque ahora entiendo.

Lamento por los nenes a los que nunca les llega nada o por aquellos a los que sólo les llega una nintendo wii….