sábado, mayo 29, 2010

Una cabina desconocida llena de nostalgia

No hace mucho, un amigo me planteaba su teoría: Nuestra generación utiliza internet para rescatar material que disfrutaba en su niñez y adolescencia. La nostalgia es nuestro motor de búsqueda.
Al principio desconfié de esa teoría, pero, creo que tiene razón. Buscamos música, dibujitos, series, películas que recordamos y añoramos. Antes sólo podíamos decir: pahhh te acodrás de Marco? Qué triste era! Pues ahora podés revivir y sufrir el último capítulo en Youtube. Bueno, toda la serie. Lo que quieras, está. Deo Gratias hay nostalgiosos con recursos para conseguir y subir esas series, música o lo que sea.
Hará cuestión de unos años me compré en una feria los capítulos de Érase una vez el hombre, pero ahora cómodamente los podés consultar en algún site o descargarlos, como prefieras.
Mientras chateo con mi sobrina de 8 años, que salvo las “enpanadas” lo demás lo escribe correctamente… incluso con tildes (me emociono) recorro el menú de series que se ofrecen acá. Leo y sonrío: La Dimensión Desconocida: tu ru ruru tu ru ruru… ahh a vos misma!
Y allá vamos! Qué ver? qué ver? Empecemos con el primer capítulo. Mientras lo veo recuerdo otro capítulo, pero, era de dimensión desconocida? Mmmmm Era chica y me impactó: un tipo quedaba encerrado en una cabina de teléfono.
El reservorio de nostalgias debe tener información sobre ese capítulo. Google mediante, en sólo un intento consigo respuestas: La cabina de Antonio Antonio Mercero, con guión de José Luis Garci y protagonizada por el gran José Luis López Vázquez en el año 1972, que llegó a ganar un premio Emmy en el año 73. Dice la reseña.
Y, obviamente, ahí está. O aquí.
Supongo que a vos te habrá pasado algo igual, de encontrarte o reencontrarte en la red con tus nostalgias.
Una caja de zapatos cubierta de polvo, encontrada entre otros cachivaches arrumbados en el altillo, sótano o garaje. Abrirlo y encontrarte algún juguete, una revista, un dibujo, lápices, chapitas, figuritas, algún tesoro… y sí, seguramente te estés acordando de Amelie. Jeunet lo describe a las mil maravillas.
Por suerte me pasó. Apareció en una mudanza, que si no fuera por las cajas de libros es hasta divertido ese remedo de arqueología hogareña, Una caja de zapatos común y corriente. Dentro tenía un par de muñecas, los vestidos que yo hacía (para desagrado de mi madre, porque era un peligro con las tijeras) unas botellitas de coca cola en miniatura, una fofolete y Howard Carter un poroto.

Cómo es muy raro hallar algo así, desde hace un tiempo lo fabrico. Cajas de todo tipo sirven para contener infindad de cosas, incluso la correspondencia que mantenía de niña y adolescente (antes que existiera el correo electrónico!) Cada tanto abro alguna, revuelvo el contenido y disfruto estas máquina del tiempo de juguete.
Bueno, me fui de tema, para variar. Otro post arborescente y van… Como sea, Salomón nos advirtió y dijo que pensar que todo tiempo pasado fue mejor no es de sabios. Y como no soy ninguna raca, valoro estos lujitos de la memoria como lo que son: oasis y no rémoras, porque, como se sabe, la nostalgia ya no es lo que era.